sábado, 4 de febrero de 2017

QUENETO



 Ubicada al margen derecho del rio Virú, aguas abajo, alturas del sector San Juan; le asignan una antigüedad de 3800 a.C. pero a la fecha, faltan realizar mayores estudios para descifrar los misterios que ocultan tras sus petroglifos, sus menhires ( piedras largas) y Cromelech´s (piedras planas circulares); situación que se complica porque muchos petroglifos se superponen los trazos; sin embargo, existen muestras que muy bien pueden identificarse como prehistóricos; lo que ocasionarlos una nueva investigación sobre a procedencia del hombre en el suelo virueño.
Los petroglifos; ubicados en la parte alta de la quebrada de Queneto, están elaborados en la superficie plana de las orcas del lugar, utilizándose en su elaboración la técnica de fricción. Lo enigmático aquí son los dibujos y el lugar mismo. Existen representaciones de peces, guerreros, estrellas, objetos de forma de platos, vasijas, hojas, líneas extrañas, especies de espadas, etc. Muchas veces depende de las interpretaciones que les puedan dar los visitantes.
Las plazoletas de Queneto tienen un significado:
Según Segundo Rodríguez:
La primera plazoleta que es nombrada como “A” es un rectángulo que mide 43.30 mts de largo por 32,80 de ancho. La pared que le sirve de perímetro esta hecho de piedras pequeñas y lajas superpuestas, de acuerdo con sus formas y dimensiones. El tipo de construcción  de estos muros es semejante a los vestigios que se encuentran cerca de los monolitos caídos.
En el extremo oeste de la construcción, a una distancia de 15,90 metros, respectivamente, de ambos costados y a 10,40 metros de muro del fondo, se yergue prepotente un monolito que alcanza 3,60 metros de altura.


La plazoleta “A” se comunica con la vecina por medio de un pasaje de 1,75 metros de ancho, sigue un recinto pequeño y luego una explanada llamada plazoleta “B”, la misma que acusa 26,60 metros por lado. De primera intensión se comprueba que se trata de una construcción antigua, pues las paredes circundantes están formadas por grande piedras, análogas a las que se han encontrado en las edificaciones más antiguas del mundo. En ellas no se halla trabajo sistematizado, simplemente nos encontramos en el fruto de la labro de acarreo y de alineación de grande rocas, caídas unas e inclinadas otras, que han solo trasportadas con notable dispendio de energía de las laderas vecinas.
En los cerros que se alcanzan al comienzo de la quebrada de Queneto, construyeron los Virú, sobre bases de piedra, lo que hoy se llama el castillo nuevo y el castillo viejo de Tomabal. Desde luego, la técnica de construcción lítica empleada por los Virú y luego los mochicas es diferentes y mucho más avanzada que se percibe en las plazoletas “A”. La observación anterior tiene la suficiente fuerza para considerar que aquellos vestigios corresponden a una agrupación que procede a ambas culturas, y no inclina a creer que son trazas de las lecturas insipientes de la costa.
El sistema empleado en la edificación del plazoleta “B” por su simplicidad y material usado, comprueba ampliamente que se trata de construcciones antiquísimas corresponde ya un periodo remoto, anterior al de la plazoleta “A”.
Es de suponer por tanto, que esas pictografías constituyen las primeras manifestaciones de arte de los pobladores de la costa, y son documentos valiosísimos que dan fe del momento admirable en que el primitivo peruano emerge del mundo del instinto y las apetencias materiales para descubrir la llama interior de su espíritu.
Queneto seguramente fue un santuario, y sus menhires fueron los ídolos o símbolos de sus divinidades, ídolos duros y ásperos como para resistir las contingencias de las fuerzas naturales o humanas destacadas. Fue probablemente el primer santuario con el que una raza inicio su ascensión a plano superior; de arranque de un conjunto de culturas, testimonios, el más antiguo de la obra del Perú ancestral.

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